La vida de las personas que denominamos de forma genérica sin hogar suele ser oculta e invisible para el conjunto de la población. La mayoría son historias complejas, como las de todos, pero que en su caso sitúan a sus protagonistas en ese territorio social que hemos dado en llamar exclusión. Esas historias en bastantes ocasiones, como las de otros, se ven interrumpidas por la muerte. Es lo que ha sucedido el pasado 11 de junio con Pedro Muñomer. La muerte salió a su encuentro antes de lo esperado.
El último número de la revista «La voz de Betania» que edita el Centro de Día para personas sin hogar «Betania» recogía la experiencia vital de Pedro. Lo reproducimos a continuación como un recuerdo a él y a todas las personas sin hogar que mueren anónimamente, algunos dejando una honda huella, como ha sido el caso de Pedro, en todos aquellos que le conocieron en los recursos sociales por los que pasó: compañeros, voluntarios, trabajadores.
Desde nuestra condición de creyentes sabemos que todos ellos se encuentran ya en el regazo del buen Padre-Madre Dios, atentamente cuidados por María de Nazaret, gozando del Amor pleno.
Reconozco que no soy un gran luchador, pero si soy un gran “encajador”
¿Puede elegir una persona su forma de ser? Pues no, puede intentar mejorar algunas facetas de su personalidad, pero no puede cambiarse como un calcetín. Yo creo que el valor de una persona se puede medir en como utiliza los talentos que Dios le dio. Eso creo yo.
Tengo 55 años, soy soltero, me encuentro sin trabajo y viviendo de las Instituciones públicas. Esas instituciones públicas que desgraciadamente ahora están todos los días en la prensa aunque sea por los buenos objetivos que persiguen. ¿Tengo familia?, sí. Nada menos que somos ocho hermanos. Pero qué triste es que no me puedo hablar con ninguno de ellos.
¿Yo ahora paso hambre?- No. Como en Cáritas ¿Yo ahora duermo en la calle? No. Duermo en un Albergue.
Entonces puedo ser la envidia del que ni tiene comida ni techo donde guarecerse. Pero…
Yo en mi época joven, hice mis estudios con toda la ilusión del mundo. Estudié Teología. Después del primer curso lo dejé. No me encontraba satisfecho de lo que se me ofrecía. Estudié Magisterio. Sí, soy maestro.
La salida habitual a esta carrera eran las Oposiciones. Por dos veces me presenté a unas Oposiciones. No las aprobé. Y perdí la ilusión y la esperanza.
Pero yo no he querido nunca vivir sin trabajar. Por eso he hecho los trabajos más dispares. He trabajado de barrendero, he trabajado de camarero. He trabajado de conductor con la organización Remar. Con ella he viajado por media Europa. Pero no siempre las cosas son como a uno le gustaría. Y en un momento determinado, dejé REMAR. Y me fui a “la calle”.
También estuve temporadas en otra organización RETO. Y en un momento determinado también lo dejé.
Y desde ahí, a la “calle”. A dormir en la calle. No podía evitar pensar en que con mi carrera de Maestro me pudiese encontrar durmiendo en la calle. Pero así era.
Ahora tengo la esperanza de poder cobrar la RGC (Renta Garantizada de Ciudadanía).
¿Mi plan de futuro? ¿Trabajo? Imposible, sin experiencia profesional, sin cotizaciones a la Seguridad Social. Tengo la esperanza de que cuando cobre la RGC pueda acceder a una habitación. Pues el Albergue es duro, muy duro.
Ahora de momento como en Cáritas y encuentro un sitio donde ir a tomarme un café y poder hablar con personas con problemas parecidos, o que son capaces de escucharme y hablar conmigo como uno más.
En el centro de Día Betania, voy cuando tengo un rato a tomar café, leo la prensa, veo la televisión y hablo con usuarios y voluntarios.
Ahora tengo una esperanza. Me comentan que Cáritas está preparando unos “cursos de formación” en la rama de Hostelería: Yo he trabajado como camarero y conozco el oficio. Aunque sean trabajos temporales, podría conseguir algún trabajo esporádico, aunque no cotice, pero que me haga sentir que soy una persona válida para alguna cosa. Lo necesito. Necesito sentirme persona útil. Quiero y necesito aumentar mi autoestima.
Pedro Muñumer