El confinamiento ha dado mucho de sí. Algunos han encontrado una afición dormida, otros se han atrevido con la repostería, muchos han apostado por coger los pinceles y sacar su vena artística y bastantes han optado por ponerse en forma para salir de la cuarentena mejor que nunca. Desde «Nueva Esperanza» se ha decidido dedicar parte de ese tiempo a enseñar a coser.
Coser, esa práctica olvidada que nuestras mayores adoran y que nuestras jóvenes desconocen, pero que con tan sólo ganas e interés puede resultar una actividad de lo más interesante y gratificante.
Las mujeres que viven en la casa han mostrado un gran interés por la actividad, por cómo funciona la máquina, por cómo se cortan las telas, por cómo se enhebra una aguja…
Han dedicado varios días a la semana a esta actividad y en este proceso de aprendizaje no han tenido miedo a equivocarse porque sabían que siempre se puede rectificar y no han dudado en ayudar a sus compañeras a realizar sus trabajos.
Estas chicas se han puesto por primera vez ante el pedal de la máquina de coser y se han dejado guiar por ella, sabiendo que cada puntada las sirve para avanzar y seguir formándose. Y es que este tedioso confinamiento ha tenido aspectos positivos (aunque parezca difícil encontrar alguno) ayudando a alguna de estas chicas a descubrir una vocación que tenían oculta.