«A los pobres los tienen siempre con ustedes» (Mc 14,7)
“Porque pobres siempre tendréis con vosotros” (Mc 14,7a). Con este lema, el Papa nos introduce a celebrar la V Jornada Mundial de los Pobres. Estas palabras son la respuesta de Jesús a los reproches que recibe aquella mujer de Betania, que amorosamente lo acaba de ungir la cabeza, con un gesto que la revela como única que es capaz de reconocer a Jesús en su verdadera condición: ¡es el Kyrios (Señor)!
No se debe entender el lema de esta jornada en un sentido fatalista, como si la existencia de pobres entre nosotros formara parte del designio de Dios. Al contrario, hay que acogerlo como una llamada personal a la conversión, ante la falta de reconocimiento que existe aún hoy en nuestro mundo de la presencia del Señor Jesús. Los comensales de aquella comida en Betania, a diferencia de la mujer, son incapaces de darse cuenta de lo que supone la irrupción del señorío de Jesús en la vida. Por eso, las palabras de Jesús tienen un halo de profecía: mientras no os convirtáis al reino de Dios, siempre habrá pobres entre vosotros. Sin embargo, en la frase que sigue, la pedagogía divina, como siempre marca el camino de la iglesia y deja abierta la puerta a la esperanza: “y hacerles bien podréis, siempre que queráis” (Mc 14,7b). Como dice el Papa en su mensaje, la posibilidad de prestar nuestra voz a los pobres, de ser sus amigos, de escucharlos, de interpretarlos, de recoger su sabiduría, de buscar efectivamente su bien, nos acerca al evangelio y actúa la presencia del reinado de Dios en nuestra sociedad.
Una constante del Papa en estas jornadas es subrayar la necesidad de ser una iglesia inclusiva, en donde los pobres siempre ocupen el centro. Las personas que sufren la pobreza, en cualquiera de sus manifestaciones, no son, primeramente, personas con un déficit de “bienestar”, con unas carencias que les impiden integrarse plenamente en el tejido social de nuestro mundo. Los pobres son ante todo un signo profético que nos interpela como creyentes a denunciar un mundo dañado por el pecado y manipulado por unas fuerzas que no ponen a las personas en el centro de sus intereses; son aquellos que nos llaman a vivir con mayor autenticidad el evangelio que nos recuerda que tenemos que hacernos pobres para conseguir la dicha del reino de Dios (Mt 5,3); son la presencia de Cristo pobre que se pone en nuestras manos para hacernos partícipes de su amor a través del servicio.
La pandemia sigue tocando a las puertas de millones de personas y, cuando no trae consigo el sufrimiento y la muerte, es de todas maneras portadora de pobreza. Los pobres han aumentado desproporcionadamente y, por desgracia, seguirán aumentando en los próximos meses. Algunos países, a causa de la pandemia, están sufriendo gravísimas consecuencias, de modo que las personas más vulnerables están privadas de los bienes de primera necesidad. La solidaridad social y la generosidad de la que muchas personas son capaces, gracias a Dios, unidas a proyectos de promoción humana a largo plazo, están aportando y aportarán una contribución muy importante en esta coyuntura.
La jornada de este año tiene la peculiaridad y es que está enmarcada por la llamada a ser una iglesia sinodal: una iglesia que camina junta, con los pobres en su seno, siguiendo las huellas del Señor. Esta feliz coincidencia nos recuerda la necesidad de cultivar la acogida y la escucha de los hermanos más pobres, cuya circunstancia nos interroga en nuestro ser iglesia. Esta jornada es una nueva oportunidad para que la voz de aquellos que sufren la exclusión nos dé pistas de cómo ser una iglesia que está más a su servicio ypara dejar que el encuentrocon personas en condición de pobreza nos provoque e interrogue, cuestione nuestro estilo de vida y no nos deje indiferentes.
Desde Cáritas os animamos a que, como nos exhorta el Papa, seamos creativos para habilitar espacios humanos que hagan posible la participación de los pobres en este camino sinodal que pasa necesariamente por incorporarlos a la vida de fe de nuestras comunidades. Estamos llamados a ser una Iglesia en salida, el pueblo de Dios que busca a los pobres allá donde estén y les lleva la presencia del Resucitado, quien siendo rico se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza (2 Cor 8,9).