El miércoles 27 de septiembre de este año, el Papa Francisco lanzaba la campaña de Cáritas International “Compartiendo el viaje”. Con esta Campaña, Cáritas quiere responder a la llamada a la “cultura del encuentro” del Papa. Este fue el objetivo de la Jornada Mundial de los Pobres: «estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro»
Una de las fechas claves en el desarrollo de esta Campaña es la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado del 14 de enero de 2018, que este año se celebra con el lema “Acoger, proteger, promover e integrar a los emigrantes y refugiados”.
Cáritas, con este motivo, hace propias las palabras del Papa: «Los migrantes son nuestros hermanos y hermanas que buscan una vida mejor lejos de la pobreza, del hambre, de la explotación y de la injusta distribución de los recursos del planeta, que deberían ser divididos equitativamente entre todos».
Y por ello, «con espíritu de misericordia, abrazamos a todos los que huyen de la guerra y del hambre, o que se ven obligados a abandonar su tierra a causa de la discriminación, la persecución, la pobreza y la degradación ambiental» (Mensaje de la 51 Jornada Mundial de la Paz)
El Mensaje de la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado insiste en la responsabilidad de la Iglesia para con los migrantes: «Cada forastero que llama a nuestra puerta es una ocasión de encuentro con Jesucristo, que se identifica con el extranjero acogido o rechazado en cualquier época de la historia. A cada ser humano que se ve obligado a dejar su patria en busca de un futuro mejor, el Señor lo confía al amor maternal de la Iglesia».
Para responder a esta responsabilidad, se requiere una estrategia que conjugue cuatro acciones: acoger, proteger, promover e integrar.
Acoger
Acoger significa facilitar a migrantes y refugiados la entrada de forma segura y legal en los países de destino. «El principio de la centralidad de la persona obliga a anteponer siempre la seguridad personal a la nacional». Nos enfrentamos al reto de equilibrar seguridad nacional y protección de los derechos humanos, garantizando a los emigrantes, los solicitantes de asilo y los refugiados su seguridad personal y el acceso a los servicios básicos.
Proteger
Proteger implica defender los derechos y reconocer la dignidad de emigrantes y refugiados, independientemente de su estatus migratorio. El Papa tiene una especial preocupación por las mujeres y los niños, que se encuentran más expuestos a situaciones de riesgo y de abusos, y que incluso pueden
Promover
«Promover quiere decir esencialmente trabajar con el fin de que a todos los emigrantes y refugiados, así como a las comunidades que los acogen, se les dé la posibilidad de realizarse como personas en todas las dimensiones que componen la humanidad querida por el Creador» Se trata de favorecer el desarrollo humano e integral de los migrantes refugiados, promoviendo así también el desarrollo de las comunidades de acogida. Un elemento clave es garantizar el derecho a la educación de niños y jóvenes, que además de potenciar sus capacidades favorezca un clima de diálogo.
Integrar
La última acción está dirigida a facilitar la participación social de los refugiados y migrantes contribuyendo así éstos al desarrollo humano integral de las comunidades de acogida. Su presencia es una oportunidad para el enriquecimiento intercultural: «insisto una vez más en la necesidad de favorecer, en cualquier caso, la cultura del encuentro, multiplicando las oportunidades de intercambio cultural, demostrando y difundiendo las buenas prácticas de integración, y desarrollando programas que preparen a las comunidades locales para los procesos integrativos».
Una Iglesia comprometida y aliada con las personas de buena voluntad
«De acuerdo con su tradición pastoral, la Iglesia está dispuesta a comprometerse en primera persona para que se lleven a cabo todas las iniciativas que se han propuesto más arriba»
Se trata de un compromiso que ha de concretarse en cada momento de la experiencia migratoria: salida, tránsito y viaje, llegada al país de acogida y regreso al de origen. «Es una responsabilidad que la Iglesia quiere compartir con todos los creyentes y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que están llamados a responder con generosidad, diligencia, sabiduría y amplitud de miras a los numerosos desafíos planteados por las migraciones contemporáneas».
Pero además, «para obtener los resultados esperados es imprescindible la contribución de la comunidad política»
Confiamos a la intercesión de María «las esperanzas de todos los emigrantes y refugiados del mundo y los anhelos de las comunidades que los acogen, para que, de acuerdo con el supremo mandamiento divino, aprendamos todos a amar al otro, al extranjero, como a nosotros mismos»