Carta de una voluntaria del Programa de Prisión de Cáritas Diocesana de Valladolid
Hace tan solo unos meses, que empecé a colaborar con el Proyecto Villanubla de Cáritas. Un proyecto aparentemente sencillo, y sin embargo, complejo y lleno de retos.
¿Y qué tengo que hacer? pregunté, cuando Alberto, el coordinador, me llamó para ver si me interesaba participar en él. “Pues en resumen (me dijo) tienes que acompañar a los presos”. Y desde entonces, no he dejado de pensar en el significado de la palabra ACOMPAÑAR: compartir, estar con, caminar juntos, sentir con, ponerse en el lugar de…
Y así han ido pasando estos meses, poniendo en práctica la idea de acompañamiento y aprendiendo del trabajo de los técnicos y voluntarios.
Y de repente , y sin avisar, a tod@s nos cambia la vida. Ahora, somos nosotros los que no podemos subir la cárcel a realizar nuestro trabajo. Ahora somos nosotros, los que estamos “aislados”, los que no podemos salir de casa. Y nos damos cuenta que nos comunicamos más con nuestros familiares y amigos, nos preocupamos más unos de otros… y es este contacto continuo con los nuestros, el hace que podamos llevar mejor, esta situación de incertidumbre y aislamiento.
Desde Cáritas, se nos ocurrió hacer lo mismo con los chicos de la cárcel. Pensamos en la forma de comunicarnos con ellos y hacerles sentir que estamos aquí y queremos seguir acompañándoles. Y así fue cómo surgió la idea de escribirles cartas personalizadas y hacérselas llegar (por email) a través la subdirectora de prisión. Han cambiado las formas, sin embargo la idea y el sentimiento están más vigentes que nunca. “No tocarnos y no vernos, nos ha servido para sentirnos más cerca”.
Y es ahora, cuando empezamos a recibir, cada día, ese pequeño regalo en forma de CARTA. Nos cuentan sus experiencias, cómo están viviendo este momento, sus miedos, sus anhelos. Y verbalizan las ganas que tienen de volver a vernos y seguir estando juntos.
Mensajes que llegan al corazón
“Ayer recibí su carta, la cual me hizo ilusión, ya que es el único contacto que tengo con el exterior, sin familia ni amigos, con el VIH y después de 26 años en prisión…”
“Al recibir la carta me emocioné y me puse contento, te agradezco mucho por este detalle porque nadie hace eso por nosotros”
“Gracias a vosotros estoy bien, no me meto en líos, me controlo bien y paso de broncas porque con vuestra terapia y vuestras palabras me sirvieron para mucho más de lo que esperaba”
“Gracias por hacernos ver que todos somos hijos de Dios, yo tengo mucha fe y siempre confío en Dios, creo en él para lo bueno y lo malo, la verdad… yo sé que Dios me escucha y rezo las cinco veces al día a mi Dios por mi familia, por la vuestra y por todo el mundo para pasar este virus»
En estas cartas, recibimos también una enorme GRATITUD que nos emociona y también nos acompaña.
Es en estos momentos, cuando somos conscientes del poder del ACOMPAÑAMIENTO, que se convierte en gratitud y nos anima a todos a seguir trabajando y acompañando.
A pesar de la distancia… ¡seguimos estando cerca!