Los rostros de diversas mujeres se dibujan en la pantalla donde se desarrolla la videollamada. Sus expresiones, sus gestos y sus palabras cuentan historias que poco a poco, como si de un puzle se tratara, van construyendo experiencias que todas ellas comparten. Aún trabajando en distintas áreas.
El Programa de Mujer o Programa ‘Ana’ es, como las experiencias de estas agentes de Cáritas Diocesana Valladolid, una serie de proyectos que se caracteriza por sus diferentes matices pero que comparte un denominador común: apoyar a la mujer.
En este encuentro online, se reúnen las agentes que acompañan en el camino a las mujeres que acuden a la entidad para participar en estos proyectos. Raquel, Pilar y Ana son las coordinadoras del Programa ‘Sin Miedo’, la casa de acogida ‘Nueva Esperanza’ y el programa ‘Gitanas hacia el futuro’, respectivamente. Trabajan en los retos a los que tienen que hacer frente las participantes: la integración, la violencia de género, las dificultades con el idioma o la falta de recursos.
Pilar, que coordina la casa de acogida, cuenta que uno de esos retos es “la conciliación o las diferentes experiencias traumáticas que han vivido”. Respecto a la conciliación, Ana comenta que, para las mujeres gitanas que acompaña, “todo el cuidado de la casa o los niños recae en ellas”.
Estos retos se suman a la dinámica cotidiana que se vive en estos proyectos, donde se enfrentan a la falta de habilidades previas para organizar actividades adaptadas a las necesidades o la disparidad de los perfiles de las integrantes.
Respecto a estos temas, las mujeres participantes tienen que, en muchas ocasiones, luchar contra los estereotipos que se proyecta sobre ellas o, simplemente, descubrirlos y explorarlos. “Hay veces que se cumplen esos estereotipos, pero no hay que culpabilizarlas por ello”, señalan. Ana, responsable de ‘Gitanas hacia el futuro’, va más allá y afirma que “abarcan tantas realidades como mujeres”.
Este camino, también lleno de retos, comienza en los años 80. Concretamente, en 1988, con el proyecto más antiguo, el acompañamiento a las mujeres gitanas. Le siguieron la casa de acogida en el año 1995, destinada en un principio a albergar mujeres que se dedicaban a la prostitución, y el proyecto ‘Sin Miedo’, que nace en 2005 y está dedicado a la lucha contra la violencia de género.
Todo este trabajo se enmarca en el un programa que lleva el nombre de una mujer: Ana. “Ella fue la coordinadora de la casa de acogida y promovió el programa ‘Sin Miedo’, era una persona muy humana. Se decidió por ello, ponerle su nombre”, apunta Raquel, la heredera de este programa.
Raquel relata que este programa versa en acompañar a mujeres que han sido o son víctimas de violencia de género y a sensibilizar sobre el tema. En la conversación, sobresale una verdad que parece oculta: “La violencia de género puede afectar a cualquier mujer, es un estereotipo que solo afecte a gente de esferas con pocos recursos o empobrecidas”.
“Es muy difícil definir la violencia de género, pero puede haber dos factores determinantes y uno de ellos es el acto de reconocerse como víctima, ser capaces de despenalizarnos”, relata Ana, quien añade que “las prevenciones tendrían que enforcarse de otra manera”. Una de las educadoras de la casa de acogidaincluye a estos factores la necesidad de “interpelar más a los hombres”.
Las preguntas derivaron a compartir visiones y opiniones entre ellas, dando lugar a una última pregunta: ¿qué te ha marcado más en tu acompañamiento?
“Todas nos marcan, te permiten formar parte de su vida. Pero lo que más te marca es cuando se liberan, cuando se sienten libres”, comparte Ana. “Me marcaron las risas, la buena convivencia en los peores momentos”, confiesa Elisa, educadora social en la casa de acogida. “Me marcó que compartieran la intimidad contigo, que te permitan acompañarlas a los partos”, finaliza Pilar. Sus experiencias, aunque distintas, reflejaron una misma realidad: estos proyectos son un camino enriquecedor tanto para quien acompaña como para la acompañada.